junio 11, 2009

Pastel de frambuesa





Esta mañana vi un arcoiris y me comí un pastel de frambuesa. Bocado a bocado me reconfortaba y me devolvía las esperanzas que ahora estaban todas concentradas en el tenedor que transportaba ese postre para el alma hacia mis labios. Ahora ya nada podía pasar porque después de la tormenta viene la calma, acompañada de un postre y unas tantas calorías.

Y no me olvido del arcoiris. Hacía mucho que no veía uno. Y cada vez que un arcoiris aparece frente a mis ojos, a pesar de qué sé su origen lógico y tangible no puedo dejar de imaginarme la olla repleta de oro que quizá se encuentre allá donde termina. Puede que exista, o ¿acaso alguien ha llegado al final del arcoiris para demostrar lo contrario?

Y sigo pensando en el arcoiris. Y caigo en cuenta que los arcoriris se forman cuando está terminando la tormenta y el sol comienza a salir de entre las nubes. Suena a cursilería barata, lo sé. También sé que llegan momentos en la vida donde esa cursilería nos cae de maravilla, tanto como un beso de la madre el primer día de clases, o un beso de quien te ama.

Termino mi pastel y se queda la calma.

2 comentarios:

Ives dijo...

y a mí me queda el excelente sabor de boca después de leer tu texto ... beso.

Yörch dijo...

Gracias! Y sabes, cuando quieras te comparto de mi pastel de frambuesa. ;)

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