agosto 25, 2009

La llave.

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Buscando un pendiente de perlas en mi caja de marfil encontré la llave que me diste. Recuerdas esa llave? He encontrado la llave de aquel pasadizo secreto que ahora no encuentro por ningún lado y que he buscado ansiosamente cuando te pienso para refugiarme en él de nuevo, como un sótano en tiempo de guerra, que se azota y se lastima. Ahora recuerdo que salí de ahí por temor a morir de asfixia pero a veces pienso que el pasadizo nunca existió, mis recuerdos de tí son tan vagos, cuando apenas los visualizo se esfuman, se me escurren entre los dedos como te me escurriste tú, o fui yo la que se volatizó? Ves? Ya no recuerdo nada.

Me he metido la llave en el sostén (es color negro como te gustan) y ahí la he llevado en silencio por mucho tiempo. Que cuánto? No lo sé mi vida, he perdido noción del tiempo desde que no te tengo. El tiempo lo medía en tus besos, en abrazos, en lo que tardábamos en consumir una botella de vino, en orgasmos, en tragos de tequila que me hacían estremecer mientras te burlabas de mi poco aguante para el alcohol. El tiempo lo medía en mis rasgos de emoción cuando abría un regalo tuyo, en tu respiración descansada cuando dormías en mis senos, en caminatas por aquella plaza donde me compraste una muñeca de trapo de trenzas negras, en atardeceres en aquella cama de la que no salimos hasta que nos llamaron preocupados de la recepción, en mañanas de prepararte café para despertarte, en baños de agua tibia que te daba con la esponja que te hacía cosquillas.

El tiempo, qué es el tiempo? Nada pasa ahora que no te tengo... te tuve? Desde que tengo la llave en el pecho siento que me quema y me ha removido las entrañas, me faltan años pero me sobra vida. Recuerdas cuando te susurraba que te quería? Dios, moría de ganas de decir te amo. Debí haber dicho te amo. Te amo, te amo, te amo, ahora qué caso tiene decirlo? Lo grito a la luna y aún así no escuchas, no te llega, debí haber dicho te amo, el mundo necesita te amos.

Me he estado haciendo muchas preguntas. Me pensarás como yo cuando los atardeceres son rojos? Me llorarás como te lloro con la luna de octubre? Recordarás la foto que me tomaste mojada después de bañar con la piel erizada y la sonrisa que dijiste era perfecta? Tendrás todavía la rosa que puse dentro de tu libro de poemas de Rimbaud? Escucharás todavía el son cubano que bailamos como locos en la calle afuera de un burdel? Conservarás mi medalla de la Virgen de Fátima que te regalé cuando te despedí por primera vez en el aeropuerto?

He pensado que casi no me conociste, pero luego me doy cuenta que me has conocido mejor que nadie, que quizá por eso te extraño tanto, por sentirme una extraña en medio de todos, nadie me escucha como tú, nadie me siente como tú. Supiste de mi miedo a las ballenas ese día que las vimos desde un barco de carga al que nos trepamos todavía borrachos porque te hiciste amigo del marinero y sentiste el terror que me daban cuando llorando me metía en tus brazos y te rogaba que las alejaras de nosotros. Supiste de mi manía de moverme siempre que escucho música porque bailaba mientras te hacía tomates con albahaca y queso mozarella y tú escurrías aceite y vinagre mojándome los dedos para obligarme a chuparlos. Supiste de mi sueño de ser bailarina cuando lloré aquella noche de verano en la que vimos La Sylphide aunque a tí te pareció demasiado romántico. Sabías que camino demasiado rápido porque me tomabas de la cintura para que bajara el paso. Descubriste mi neurosis, mi insomnio crónico, mi asma, mis achaques, mis manías, mis vicios, mis complejos y a pesar de eso me querías.

Vivo en un letargo permanente desde que no te tengo, no cocino lentejas porque recuerdo lo mucho que te gustaban las mías, no uso el perfume de vainilla que usaba cuando quería recibirte desnuda en cama, no lloro con los glaciares aunque el corazón se me haga pequeño, no sonrío cuando cometo alguna torpeza como cuando tú sonreías y yo rompía algún florero. Ahora recuerdo las copas que se me resbalaron de las manos, las manotadas que te daba cuando me acomodaba en la cama, las llaves que olvidaba adentro de la casa, siempre me disculpaba por mi torpeza y tú siempre te reías porque me sabías distraída y olvidadiza, torpe, aunque nunca lo dijiste.

Ya no te extraño, esto no es extrañar, esto no es ser sin tí, esto es ser otra que no soy yo, esto es resginarme a que pase el tiempo sin tener medida para pesarlo, pero ah cómo pesa! No sé nada de tí. Alguien me dijo que estabas bien, que te habías enfermado y que habías viajado a algún lugar cálido para recuperarte, lo único que pensé fue que debías extrañar los glaciares y me dieron ganas de ir allá por un trozo y llevártelo entre mis manos para ponerlo en tu boca. Supe también que eras cada vez más solitario, que casi no te veían por el barrio, pero que de vez en cuando salías a fumar, a bailar, a tomar vino, siempre con una mujer distinta. Me da gusto, siempre te gustaron las mujeres, aunque creo que nunca les perdiste el miedo.

Aquí hace frío. Tengo flores en la terraza y hago mermelada de fresa y de chabacano en primavera pero me faltas tú. Espero que sepas que estoy bien, que en ratos sonrío, que sigo abrazando árboles y escribiendo. Es mejor que creas que soy feliz, que burbujeo en otras latitudes, es mejor a que sepas de mi miseria y mi soledad, que me dueles en el alma. Sabes lo que es el dolor del alma? Sí que lo sabes, yo no lo sabía, lo aprendí contigo.

Te amo, se lo dije a la luna, espero que te lo diga.

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