junio 24, 2009

Insomnio ...



El insomnio me ataca de repente. Curiosamente no lo siento en cuanto llega sino cuando sus primeros estragos se manifiestan. Las ojeras son lo menos, la neurosis es lo más. Se camina en automático, el cuerpo se adormece en el día pero los párpados no cierran de noche.

Alguna vez escribía en esas noches de insomnio, pero sólo aparecían teorías de conspiración, amores frustrados, viejos traumas reprimidos, creo que la falta de sueño sólo despierta el lado oscuro de mi subconciente, el cual verdaderamente prefiero que se quede dormido.

He avanzado un poco, ya no me desespero, no golpeo la almohada y no veo películas pornográficas ni leo textos de Maquiavelo.

Ningún té, pastilla, almohada, cambio de escenario, música de cascadas ni pijama de franela me ayudan a poder dormir, casi todo en el mercado ha sido probado por mí, que me autodesigno como conejillo de indias para cualquier remedio que prometa unas horas de sueño.

Lo peor es saber la respuesta. No poder echarle la culpa al café o al estrés en el trabajo, a la luna, al colchón, porque nada de eso es cierto. La verdad es que tengo una imposibilidad crónica para dormir sola, me pierdo en el abismo de tu mitad de la cama vacía que con nada (ni con nadie) lleno. Me quedo adormilada y luego por instinto despierto en medio de la noche a buscarte encontrando sólo las sábanas revueltas mudas testigos de mis pesadillas previas.

El insomnio tiene nombre y se llama soledad ... y no hay nada más corrosivo que vaya achicando el espíritu poco a poco que la sensación de no tenerte, de estar incompleta, es espantoso, pero absolutamente cierto.

Mi cuerpo tiene una terrible malilla, malilla de tí ... me urges, te necesito.

1 comentarios:

Yörch dijo...

Creo que un gran avance es ponerle nombre a ese insomnio... Lo peor es saber la cura y tenerla tan lejos...

Publicar un comentario